(imágenes creadas con IA)
2. ¿QUÉ LE OCURRIÓ A CARL SMITH?
Al despertarme aquella mañana, pude oír gritos de terror, gente asustada, nada de alegría en el ambiente. Le pregunté a algunas personas qué ocurría, pero simplemente me miraban con algo de preocupación.
Pronto llegué a la sala principal, donde un hombre con gafas y traje formal, un bastón de madera y un sombrero miraba a un ataúd, casi llorando. Me resultaba extraño ver a alguien así de formal llorar, parecía poder aguantar cualquier situación. Me preocupé bastante.
-Oiga, señor. Disculpe.-me acerqué al hombre.
Él se me quedó mirando fijamente. Se quitó las gafas, se limpió las lágrimas y se volvió a poner las gafas cuadradas. Tosió y respondió seriamente:
-¿Qué desea usted, señor Mike?
-Me gustaría... saber lo que ocurrió ayer. Verá, me fui a dormir temprano y no entendí nada de lo que ocurrió. Me preguntaba si me lo podría explicar.
-Claro, señor. Soy Albert, era el mayordomo del señor Carl Smith. Él me ofreció un buen trabajo, pero ahora él... él... Ha muerto, y nadie sabe cómo ocurrió. Simplemente cayó al suelo durante la fiesta, y no volvió a levantarse.
-¡Eso es imposible! ¡Pero si ayer estaba perfectamente! No, no. Esto sí es preocupante. Lo que hay que hacer es volver al puerto, y investigar lo ocurrido.
-Eso es lo que no podemos hacer, señor Mike. Estamos en mitad del mar, y va a ser imposible volver lo antes posible. Lo que recomiendo es que se encierren todos en sus habitaciones y no salgan, a no ser necesario.
-Bien, pero alguien va a tener que hacer guardia, ¿no le parece? Me quedaré.
-Pero yo le ayudaré. Tengo que proteger al señor Smith, aún si está muerto. Él me salvó la vida y yo le seguiré ayudando.
Así, aquella noche Albert y yo nos quedamos sentados en unas sillas, alrededor del ataúd. Fui un momento a la cocina a recoger agua, dejando a Albert solo. Pronto, escuché gritos de terror y salí corriendo a ver lo que ocurría.
La tapa del ataúd estaba abierta. Albert miraba horrorizado la escena. No comprendía nada. El ataúd estaba vacío. Estaban solos. ¿Pero cómo se había abierto? ¿Y dónde está Carl?
-¡Señor Mike, un fantasma, un fantasma!
-Tranquilo... ¿no estaría el señor Carl gastándonos una broma a todos?
-¡Pues qué horrible gusto, señor! ¡Yo creo que esto no es ninguna broma!
-A ver, usted estaba aquí cuando el ataúd se abrió, quizá pueda explicarlo usted mismo.
-No sé... el aire se volvió frío, escuché el viento susurrando. Entonces, el crujido de la madera. Vi el ataúd abrirse lentamente, corrí a ver lo que había dentro pero no había absolutamente nada. Ni un agujero. Tan sólo un pequeño ratón.
-Un pequeño ratón. Eso es interesante. Quizás necesitemos explicaciones. Voy a refrescarme la mente y dirigir un poco el barco. Hay que aclarar el rumbo.
Así, me dirigí hacia el timón. El lugar donde había tenido el extraño sueño. ¿Tendría algo que ver con la muerte de Carl? No. Nunca fui supersticioso, pero debo decir que algo de eso me llamó la atención.
Toqué el timón de madera. Me puse a silbar, silbar la melodía que Mickey siempre tarareaba en el corto. El viento se volvió más frío. Apreté tanto el timón que mis manos comenzaron a doler.
Paré de silbar. Pero la melodía se repetía, una y otra vez. No era eco. No era mi voz. Era la de alguien más.
Me di la vuelta y encontré a Carl sentado en un banco. Me miraba fijamente, su cara parecía estar congelada, era inexpresiva.
-Tú estás muerto... no es posible.-murmuré.
-Mike, Mike. Hay veces que los ojos engañan. Quizás te estén engañando ahora mismo. Quizás estés en tu casa ahora mismo. Quizás nunca te he mandado la invitación.-Carl comenzó a decir cosas sin ningún sentido.
-Claro. Estoy convencido de que estás muerto. Siempre tengo alucinaciones aquí.
-¿Oh, te refieres a la discusión entre Mickey y Pete? No me mires así. Yo también lo vi. Tú y yo sabemos todo lo que ocurre en este barco. Creo que no es apropiado explicarte por qué has venido aquí. Realmente, creo que debes darte cuenta tú solo...
-Necesito que lo expliques. Explica esta broma. Sé que lo de abrir el ataúd se te ocurrió a ti.
-Verás. Si todo esto sale bien, por fin podré escapar de mi castigo. No quiero seguir siendo el mismo monstruo una y otra vez. Quiero ser libre. Quiero ser libre. Quiero ser libre.
Por cada vez que Carl repetía esa frase, se transformaba. Le crecía pelo, luego una nariz de ratón. Dos orejas redondas. Pronto, se convirtió en Mickey. Pero era terrorífico, era como una pesadilla. No podía entender nada.
-SI ELLOS OS CONVIERTEN, YO CONSEGUIRÉ REGRESAR.-gritó Carl, ahora Mickey.
-¡Por favor, no me hagas daño!-exclamé, congelado por el terror.
-OH, PARECE MENTIRA QUE TENGAS MIEDO. ¿NO SOMOS AMIGOS? ¿ES QUE YO TE ASUSTO?
Carl levantó una mano. Tenía los guantes blancos rotos, con garras haciendo agujeros en las partes donde estaban los dedos. Estuvo a punto de atacarme, hasta que salió el sol. Un rayo de luz le dio en los ojos, lo cual los volvió rojos, naranjas y amarillos. Comenzó a gritar mientras desaparecía lentamente, temblando de terror.
-Teme a la luz del sol... impresionante.-me dije a mí mismo, mirando cómo desaparecía.
Me desperté tirado en el suelo. Cómo no, otra pesadilla. Aquello parecía imposible. Pero me alegré de que todo hubiera sido falso. Parecía tan... real...
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